India, mucho más que un país
Quiero comenzar este capítulo del blog dedicado a este inmenso y emocionante subcontinente con una poesía del escritor catalán Eduardo Criado, ya fallecido. Tendría más sentido ponerlo al final pero define tanto lo que yo sentí durante las 4 semanas de mi viaje que quiero compartirlo ahora …
¿Cómo es India? ayer me preguntaste
Y yo, que aún llevo su polvo en mis sandalias,
Y su luz, como un ascua, en la mirada,
Medité y no supe contestarte.
India es agua sucia y sol brillante,
Polvo grisáceo entre el oro y la plata,
Un viejo en cuclillas trenzado sin pausa
Y una niña de mirada penetrante.
Como una noria que gira incesante.
Un beso ardiente a la persona amada
Y un cuerpo que, en la tarde, se hace llama,
Poemas de amor y muerte en un instante.
Saris de colores deslumbrantes
Entre miseria de gente reposada.
Gente sencilla, religiosa y clara
Visitando monumentos de gigantes,
Impenetrable, de misterio llena,
No puedo definirla, Se me escapa
Cual pájaro que eternamente vuela.
Un gran deseo se me ancló en el alma,
¡Volver! volver de nuevo a aquella tierra
Antes de ser ceniza de la nada.
India es cautivante y profunda, como la mirada y la sonrisa de sus niños, quienes a pesar del entorno hostil y con total espontaneidad se auto proclaman en la lente del fotógrafo.
Dicen que una vez que se visita, India te posee y ya no te deja; que uno vuelve una y otra vez. También que India vuelve una y otra vez como una obsesión.
El séptimo país más grande del planeta, en el que viven 1373 millones de habitantes, nacen 15 millones de niños por año y se hablan alrededor de dos mil lenguas y dialectos, impresiona por su diversidad y sus contrastes. Es una nación y a la vez varias naciones que ocupan todo un subcontinente. Es capaz de contrastar la modernidad más osada con la tradición mejor cuidada en pocos minutos de distancia.
Sin embargo, este país de discordancias no es un país que pueda entrar por los ojos; es necesario sentirlo, ir más allá de la mirada para entender, como afirman de si mismo, India es profunda y no cabe en una definición. Su literatura, sus gestas, sus logros, su cultura revelan revelan un pulso diferente al de los estereotipos simplistas. India es espiritual y brutal a la vez, y es educada y desigual con la misma intensidad.
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Intensidad es quizás la palabra que pueden tomar las muchas formas de lo que allí sucede. Está en los ojos color negro aceituna de sus niños cuando miran con la ingenuidad de la infancia o la madurez que les imponen las carencias. Se mete en los cuerpos con el perfume de sus comidas y condimentos. O con los colores de sus ropas que se escapan de la producción en serie, como el vuelo de las mariposas.
Sis embargo, los chicos parecen hacer las mismas cosas en cualquier lugar del mundo; sus gestos, sus sonrisas, su espontaneidad suelen escaparse de la rudeza de la realidad cotidiana, como si vivieran en un lugar soñado. En todos aparecen las sonrisas, las miradas curiosas, las preguntas.
Quizás India sea como un niño al que se regresa como se regresa al mundo único de la infancia.