Phnom Penh, la capital
Camboya es un sitio excepcional. Por un lado tienes el esplendor del imperio Jemer (Khemer) y una ciudad como Angkor, que es una de las maravillas del mundo, y por otro esa pobreza tan obscena y el recuerdo de la escalofriante historia de exterminio.
Vi cosas que me crearon una crisis terrible, sobre todo en torno a la prostitución infantil. Ves a varones occidentales mayores de la mano de niñas de 10 o 12 años y se te revuelve todo. No puedes hacer nada.
Cientos de ciudades del mundo fueron fundadas a orillas de un río pero pocas tienen el privilegio de hacerlo en la confluencia de dos ríos importantes y caudalosos. La capital de Camboya, desde mediados del siglo XV se encuentra en la confluencia del Tonlé Sap y el Mekong, el gran río del SudEste Asiático. Esta ubicación le permitió establecer relaciones comerciales con China y Laos hasta mediados del s.XVII y ahora permite a los visitantes extranjeros conocer parte del país desde el cauce fluvial. Cruceros para todos los bolsillos son alternativas frecuentes, siempre teniendo en cuenta la cantidad de agua según la estación seca o de lluvias.
Phnom Penh fue conocida como la Perla de Oriente pero poco queda de aquella época. Como ocurre en muchas capitales de este Oriente que ‘despierta’ al Capitalismo, la capital de Camboya puede ser incómoda, ruidosa y agotadora si lo que se pretende es llevarse una impresión amplia de sus barrios y calles alejados del centro colonial y del paseo de 2 km. en la orilla del Tonlé Sap, el Sisowath Quay, lleno de bares, restaurantes, hoteles y tiendas.
Eso si, los atardeceres -al igual que los vividos en muchas ciudades visitadas en este viaje- son momentos inolvidables, si encima se pueden combinar con los perfiles de montañas, ríos o monumentos.
En las grandes ciudades la pobreza es mucho más evidente que en la pequeñas. Si ya pude comprobar en Siem Reap numerosos chiquillos «de la calle» viviendo en los parques con sus madres y hermanos, en Phnom Penh la evidencia salta a la vista … y duele. Aunque duele menos de lo que estamos viendo a diario en las noticias, cada día, sobre el éxodo del pueblo sirio.
Y presente estuvo el drama del pueblo sirio en mi visita -obligada por conciencia- al Museo del Genocidio (Tuol Sleng) y el Campo de la Exterminio (Choeung Ek). El Tuol Sleng, también conocido como S 21, se trata de un antiguo instituto de enseñanza superior, que Pol Pot, el sanguinario líder de los Jemeres Rojos, convirtió en centro de tortura para prisioneros políticos. Allí permanecen aún las alambradas de espino que se pusieron entonces. En sus paredes pueden verse numerosas fotografías con las torturas infligidas a los detenidos, porque el régimen lo retrataba todo.
Como esta capital no tiene un sistema de transporte público amplio, las visitantes no tenemos otra que utilizar los ‘remok’ o ‘tuk-tuk’ locales y las ‘moto-taxi’, todos manejados por hombres mayores en los que me pareció ver las huellas de un pasado de dolor y sufrimiento. Y es que la población masculina de Camboya no es de más de 30 años debido al holocausto perpetrado por Pol Pot y su gobierno genocida entre ____ y 1975. Se masacraron sobre todo a varones -aunque también a muchas mujeres y niños- por lo que muchos de estos últimos son los jóvenes de hoy de alrededor de 30 años.
Así pues, a Choeung Ek me llevó Sepha en su moto. Llegó recomendado por un colega que maneja ‘remok‘ y que cada día, a la puerta del hotel, quería convencerme de viajar con él pero que ante mi negativa razonada (más rapidez y para evitar atascos). Recorrimos un camino semi-rural de unos 8 km. hasta llegar a este recinto, escenario de uno de los capítulos más sangrientos de la historia del ser humano. Fue allí donde unos 17.000 hombre, mujeres y niños fueron asesinados, la mayoría con rudos instrumentos agrícolas «para ahorrar munición», escriben los libros de relatos de los pocos supervivientes de aquella masacre. Pocos pueden evitar allí las lágrimas y nadie el sobrecogimiento. Es una visita dura, pero conmovedora y recomendable, aunque no sea más que para vacunarse contra el horror, como parecen haber hecho ya los apacibles y amables camboyanos.
Se encontraron más de 100 fosas comunes (algunas aún intactas) y a lo largo del recorrido todavía se encuentran restos hechos jirones de la ropa de algunos detenidos. Una guía-audio nos acompaña a lo largo del recorrido y varios carteles explican los espantosos hallazgos que demuestran como aniquilaban a estos inocentes entre los que muchos eran bebés que ‘estampaban’ agarrados por los piés contra un árbol que está en pié ante el horror de su madres. Me vuelven los escalofríos mientras escribo esto ….
(No dejen de ver la película Los gritos del silencio (The killing fields).