Reflexiones ‘post viaticum’

Han pasado varias semanas desde que regresé de Indochina. La readaptación a la vida en una gran ciudad del llamado primer mundo no ha sido fácil. Llego un momento en que pensé en ‘huir’ durante varias semanas al campo, a un lugar desde donde asimilar las experiencias de este viaje en contacto con la naturaleza. Pensé en Las Tricias (La Palma), ese paraíso que siempre añoro.

Pero al final, a la fuerza ahorcan, me quedé en Barcelona y empecé a organizar mi nueva vida, en medio de un caos de ciudad que nada tiene que ver con HaNoi o Saigón, es mucho más organizada, pero que ya no me ofrece el exotismo de aquellas ciudades orientales.

Son muchas las emociones vividas durante estos meses recorriendo una parte del mundo sorprendente y amable. A quienes me preguntan, lo primero que les digo es que este viaje tan soñado ni me ha decepcionado ni me ha cansado. A menudo, cuando se sueña mucho un destino viajero resulta en parte decepcionante al realizarlo. No encuentras los lugares como eran en tus sueños, sus gentes no son tan simpáticas como te habían dicho, resulta más caro de lo habías calculado, el recorrido se convierte en más de lo mismo, etc.

No fue este, en absoluto, el efecto que Indochina produjo en mi al regreso a España. La sensación general es tremendamente positiva. Ante todo decir que fue un viaje No planificado, excepto el vuelo de ida y vuelta y las dos primeras noches de hotel en Bangkok. Nuestras etapas fueron decididas sobre la marcha, los vuelos comprados in situ pocos días antes, los hoteles reservados menos días antes y así todo lo que la mayoría de los viajeros llevan asegurado de antemano.

Eso si, jugábamos con la ventaja de disponer de mucho tiempo, por lo que nos daba igual volar un día que otro, y cambiar de hotel o quedarnos más días en el elegido nunca fue un inconveniente.

Aparte de esto, lo mejor ha sido en encuentro con la gente. De Oriente solo conozco China, y no volvería nunca. Sus gentes no son lo que uno desea encontrar en un viaje. Pues bien, nada que ver la amabilidad y disponibilidad de tailandeses, birmanos, laosianos, vietnamitas o camboyanos con la de los chinos que conocí hace años. El motivo?, no lo se, solo puedo elucubrar, y no vale la pena. Es así, su curiosidad y ganas de comunicarse con los occidentales imagino que les lleva a sonreír y a ser amables en continuación.

Durante tres meses no tuvimos un mal rato ni una rabieta. Nadie nos robó, nos engañó, nos confundió, se molestó, nos puso mala cara, etc. Incluso, cuando olvidamos algo en algún hotel, avión o restaurante, SIEMPRE recuperamos el objeto perdido casi de inmediato, gracias a la amabilidad de camareros, directores de hotel, empleados de empresa, etc.

 

 

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