Etiopía, el Reino de Saba
Para sus habitantes, Etiopía es el Reino de Saba aunque tradicionalmente ese lugar se sitúa en Yemen. Es la leyenda de Menelik I, que era hijo de la reina de Saba y de Salomón, la que los etíopes creen firmemente y es orgullo para este pueblo. Un motivo para creer en ello es que el país aparece nombrado en antiguos textos como la Odisea, la Iliada e incluso la Biblia.
Este es uno de los lugares más antiguos en los que se conoce de población humana, situando al homo sapiens aquí. Fue en el Sur de este país donde se descubrió el esqueleto más sobresaliente, -‘Lucy’-, un homínido de la especie Australopithecus afarensis, de 3,2 a 3,5 millones de años de antigüedad, descubierto por el estadounidense Donald Johanson el 24 de noviembre de 1974 a 159 km de Addis Abeba, la capital.
Etiopía es también un país que los egipcios en el milenio III a.C. consideraban tierra de dioses. Esto se debe a que es un lugar donde se podían obtener buenos perfumes así como mirra y tesoros diferentes además de los codiciados esclavos. Y una de las cosas de las que más se enorgullece el pueblo etíope es que su país nunca fue colonizado aunque si se intentó en dos ocasiones por el pueblo italiano. Tanto es así que en Etiopía podemos disfrutar de muy buen café, buenas pizzas y variedad de pasta.
Y sobre todo Etiopía es un país mayoritariamente cristiano, tratándose de una población que profesa la religión desde los inicios de esta. Fue el rey Ezana de Aksum quien adoptó esta forma de religión a través del monje Frumencio, que se considera allí como El Padre de la Paz. Aun así, se trata de un país de pluralidad religiosa existiendo un gran número de población de la religión musulmana (en el Este) así como de creencias tradicionales, animistas (en el Sur).
Los etíopes, hombres y mujeres, son particularmente atractivos. Tienen un rostro ovalado con las facciones de líneas suaves y armoniosas. Su nariz recta y delgada y sus labios finos delatan sus raíces semíticas. Su tez es oscura pero más clara que la del resto de los pueblos del centro de África. Tienen una boca grande y expresiva, con sonrisa fácil, en la que destacan unos dientes blanquísimos. Su pelo es muy rizado; las mujeres lo llevan recogido hacia atrás o trenzado formando vistosos peinados, mientras que los hombres lo llevan muy corto, lo que resalta su frente ancha y despejada. Son altos, delgados y de huesos largos y finos.
Caminan erguidos y con la barbilla alta incluso cuando transportan pesados recipientes en la cabeza. Las mujeres, con una elegancia innata, trasladan a los niños sujetos en la espalda con una sábana o lienzo atado a la espalda. De la misma forma, las niñas cargan a sus hermanos pequeños con sólo 8 o 10 años, entrenándose así a la dura tarea de ser madres.
Los etíopes cuentan con un calendario diferente al nuestro, se rigen por el calendario Juliano formado por 12 meses de 30 días y un décimo tercer mes de 5 o 6 días dependiendo del año, cuyo primer día corresponde a nuestro 11 de septiembre (día en que ellos celebran el Año Nuevo). Discrepando también en la fecha del nacimiento de Cristo, el número del año en Etiopía es 8 años menos al número que utilizamos en Occidente. Así pues, en este momento en Etiopía es 2010.
(foto calendario)
Como en otros lugares de África, los etíopes cuentan las horas a partir de la salida del sol, hecho que se produce, sin apenas variaciones, a la 6 de nuestro horario. Así pues, cuando un etíope te dice que el autobús que esperas pasará a las 4 quiere decir que pasará a las 10 de nuestro reloj.
Los etíopes son el único pueblo subsahariano que posee una lengua escrita donde están recogidas sus creencias religiosas. Esa lengua, el amárico, tiene caracteres cirílicos, aunque difieren mucho de los caracteres rusos. Antes del amárico existió el gee»z, algo así como el latín de los etíopes, y aunque la lengua ya no se habla, muchos de sus cantos religiosos se entonan en gee»z.
Hay otros elementos diferenciadores es que siempre ha sido el etíope un territorio muy aislado, sobre todo en razón de lo abrupto de su geografía. Grandes cadenas montañosas cruzan su espinazo y un río enorme, el Nilo Azul, nace en sus cordilleras al norte del lago Tana y se desploma en grandes cataratas y en rápidos de estrecho cauce antes de serenarse ya cerca de la frontera con Sudán.
Etiopía estaba en mi lista de prioridades desde hace varios años, desde que conocí la existencia de unas ceremonias religiosas extremadamente genuinas en el norte del país. El Timkat ( en amárico «bautismo», también escrito Timket o Timqat) es la celebración de la Epifanía, el bautismo de Jesús en el río Jordán, entre los ortodoxos etíopes. Se celebra el 19 de enero (o el 20 en años bisiestos), equivalente al décimo día de Terr según el calendario etíope. El festival es conocido sobre todo por la representación ritual del bautismo (similar a las reconstrucciones llevadas a cabo por los numerosos peregrinos cristianos en Tierra Santa cuando visitan el Jordán).
Finalmente el pasado enero cumplí mi sueño y decidí dedicarle al país 3 semanas, divididas en tres experiencias como introducción a un país que necesita más de un viaje.
La primera semana me sirvió para conocer un poco la capital, Addis Ababa y la meseta central de la Oromía donde deseaba visitar una misión salesiana en el pueblo de Zway.
Después de un vuelo con Turkish Airlines desde Barcelona (con conexión en Estambul) aterricé en Addis a las 2.00 de la madrugada. Había coordinado con el hotel mi recogida en el aeropuerto (un servicio que realizan casi todos los hoteles de la capital) y allí me esperaba un amable joven medio dormido que en una furgoneta me llevó al Regency Hotel. El recorrido por una ciudad desértica -dada la hora- y poco iluminada donde las edificaciones muestran gran deterioro o están en vías de construcción, no me hicieron sentirme emocionada, sino más bien temerosa. Peor fue la impresión de la calle de entrada al hotel que no era precisamente alentadora. Si, asomada poco después a la ventana de la habitación, me dije a mi misma … ¿donde te has metido Cristina?
A diferencia de otras ciudades africanas, que fueron administradas durante años por potencias occidentales, Addis Ababa carece de construcciones coloniales y solo ahora empieza a tener edificios modernos gracias a la ‘invasión’ de empresas de ingeniería y construcción chinas. Después del gobierno comunista de Mengistu, la recuperación del país en general y la capital en particular, fue desastrosa. En los últimos años, el actual gobierno ha vendido medio país a los chinos (como ocurre en muchos otros países de África) y estos están esquilmando los pocos recursos que ofrece este país y manejan las pocas o muchas inversiones en infraestructuras que se ponen en marcha.
Esos primeros días fueron suficientes para darme ganas de abandonar la capital y empezar a recorrer otras regiones y conocer otras culturas. Con un poco de ayuda y mi buena suerte hice contacto con las hermanas Salesianas de Addis que me guiarían a mi destino en la zona central y su misión en Zway.